lunes

Movió un brazo con demasiado esfuerzo. Se notó transpirada, exhausta, con una sensación de resequedad en la boca. Estaba confundida y mareada. Abrió los ojos.
Era desesperante. No se veía absolutamente nada. No podía escucharse otra cosa que el golpeteo de unas gotas contra el suelo. Su mano, la que todavía conservaba, lograba tocar piedras y algunas esquinas, como si se encontrase sobre un pedestal. De pronto, un fuerte olor a sangre inundó su nariz. E inmediatamente después, llegó el grito. Un grito profundo, agudo, intenso, desbordante de desesperación. Duró poco. Unos dos segundos, quizás. Pero eso bastó para poner su corazón en vilo, más vivo que nunca, palpitando enloquecido contra su pecho. Quedose esperando impacientemente, casi llorando. Todas las partículas de su cuerpo se movían de manera frenética. Las gotas de sudor lo perlaban toda la cara. Notó que estaba desnuda.
Un segundo después, la portezuela que se abría hacia la celda se entornó lentamente. Un haz de luz le hirió la retina. Y un cuerpo fue lanzado como si no valiese nada y pesara demasiado.
Con el paso de las horas, la habitación se fue aclarando. Y ella se vio acostada sobre un escalón de piedra gris, con todo el cuerpo despedazado, la sangre seca arrastrándose por las costras. Y notó que ni eso ni el brazo que le faltaba le dolían en lo más mínimo. También notó que con el correr de la noche el frío, el cansancio, el sudor, el mareo, habían desaparecido. Y cayó en la cuenta de que estaba muerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario